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Archivos diarios: 29 agosto, 2011

Y llegamos tarde a la ceremonia, atosigados por las prisas que nos impone mi madre y a pesar de que el retraso es culpa suya… hora cogida justa en la peluquería, como siempre pasa, y encima atendida a destiempo… los demás invitados llevan ya un buen rato sentados y disfrutando del paripé, mientras nosotros sólo podemos quedarnos con las conclusiones y la coda: el sí quiero, el beso, la firma y las felicitaciones… Ningún problema: los novios ya se casaron, formalmente, en la intimidad, días atrás, y esto que está pasando en el ancho pasillo atrezzado entre dos salas de actos en este Gran Hotel de Sitges es una comedieta como excusa al convite… A mí no me engañan: esa que está leyendo los votos y no sé qué más pamplinas es una actriz: tiene todos los vicios, se encalla en todas las inflexiones de voz habituales… sé de lo que hablo: estuve seis años saliendo como una como ella. Cartón piedra: sin problema: los novios lo saben, los invitados lo sabemos y todos tan contentos.

Estoy de un humor raro… asisto a la boda un poco por obligación, porque conozco al novio desde que nació y más o menos nos hemos criado juntos… porque en cierto modo adoraba a su madre y, si su muerte fue un golpe bastante duro para mí, no quiero ni imaginar por lo que debió pasar él… porque a pesar de la pérdida de contacto y que en realidad E (así vamos a llamar al novio) es a todas luces un extraño para mí, hay cosas a las que uno no se puede negar… lo que no quita que me encuentre ciertamente desubicado: he arrastrado aquí conmigo a mi novia y a mi hijo de tres años, todos formando en estela tras mis padres y mi hermana… y los familiares y amigos de los contrayentes lucen sus mejores galas, sus trajes y corbatas y vestidos de fiesta, mientras que yo zigzagueo entre ellos en camisa de manga corta negra, pantalón negro y mis botas Magnum de las fuerzas especiales británicas, buscando a E con la mirada para felicitarle y de paso copiar cómo le felicitan los demás y captando sólo un contexto que me es tan ajeno que, si me importasen esas cosas, casi me sentiría avergonzado.

Finalmente encuentro a E y le doy la mano y una palmadita en la espalda… balbuceo algo así como «ahora ya se te puede tratar de usted…» o alguna estupidez similar… El peculiar grupo familiar que formamos topa acto seguido con el padre del novio, un gilipollas engreído al que, por motivos que no voy a exponer aquí, me es visceralmente imposible respetar… en un despliegue de facultades del señorito andaluz que cree que es, el hombre corta la mentira con la que justificar el retraso que le está colando mi madre para decirle a mi hermana que está muy buena así como va vestida, que caramba cómo se la ve, y babea un poco y bizquea algo más hasta alguien le reclama y entonces se excusa y nos deja.

Mi novia y yo y otros cuantos ocupamos los sofás del hall con aspecto de sala de espera de aeropuerto… El aperitivo antes del convite se va a celebrar en el jardín de la piscina, pero ésta está abierta a los huéspedes hasta las ocho y apenas son las siete y cuarto; toca esperar mientras los novios se hacen las fotos… Mi hijo ha encontrado a otra niña con la que jugar y corretea por el atrio… Hablo poco y me intento mantener al margen; me distraigo categorizando la fauna mentalmente y rajando por lo bajini… están los amigos del intituto del novio y la novia: pastilleros con hombreras y chonis emperifolladas por Zara… están los que supongo son los compañeros de trabajo o de gimnasio de E (policía municipal y aficionado al culturismo, para más señas), con sus miradas turbias a los escotes de las parejas de los demás y la pose de portero de discoteca… están las señoronas que parecen papagayos en esos ropajes de réplica de alta costura pero estampados por la mano de obra barata de un orfanato chino para niños daltónicos y mancos… están los curritos, que hoy que se han puesto corbata tratan de comportarse como suponen lo hacen sus jefes en los días de descanso, y otras señoronas que cotillean a gritos sobre lo que sus vecinos de grupito conspirativo cuentan de sus vacaciones.

Cierran la piscina, montan las mesas y vuelven a abrir el jardín, y ya iba siendo maldita la hora… Una horda cae sobre las bandejas de canapés, mi novia y yo asaltamos la barra de sushi abandonada en una esquina… abandonada porque «¿Pescado crudo? ¡Bah! A mí dame tortilla es-pa-ño-la y jamón se-rra-no, nen»… Le confieso a mi chica que empiezo a agobiarme y creer que no deberíamos haber venido, podría haber inventado alguna excusa, la que fuese, pero mira por dónde el crío se lo está pasando de miedo con su nueva amiguita y todo el mundo comenta lo simpático que es, lo bien educado que está… algunos lo hacen mirándome fijamente y sin duda preguntándose cómo es posible que esa astillita encantadora haya salido de tal palo… Como soy idiota, al contrario de lo que dicta el más elemental sentido común, no pruebo una gota de alcohol, me autolimito a las Coca-Colas en serie, dejo fluir el tiempo y me aburro… me aburro muchísimo, joder… la conversación más coherente a la que pego la oreja aprovecha el hecho de que hay un tipo cortando jamón in situ para discutir sobre las formas más óptimas de hacer tasajos la pata de cerdo: «Estilo Cacereño»; «No, mucho mejor la Técnica Cordobesa» … suena a artes marciales para el populacho.

La cena ceremonial es en una carpa anexa al restaurante del hotel… Espectáculo de luz y color: focos cenitales en azul muy, muy vivo y el aire acondicionado a tope… llevados como ganado al interior de un iglú… no sé quién será el lumbrera encargado del diseño, pero esto a lo último que invita es a comer… y, evidentemente, tampoco se puede fumar… Localizamos nuestra mesa, la nueve, que mi familia comparte con una pareja de conocidos de mis padres que también son conocidos de E… los progenitores de un amigo suyo del colegio y los de otro de los vecinos que jugaba con nosotros en la calle cuando éramos críos… por supuesto que también me miran raro cuando nos sentamos, sobre todo porque no abro la puta boca… pero enseguida están demasiado ocupados discutiendo (aún) sobre el jamón y haciéndole monerías al niño… ¡Que empiecen a llegar los platos y que algo de esto tenga algún sentido!.. Y una mierda: lo que empieza es un espectáculo de proyecciones láser… tal como suena… proyecciones láser, de esas que pasaron de moda hace quince años… y la luz ambiente centellea y pasa del azul al verde y del verde al morado… las proyecciones nos muestran un mapa de la costa catalana y hacen zoom sobre Sitges y más zoom sobre el hotel, como si estuviesen a punto de bombardearnos… y suena una explosión… mi hijo pregunta qué está pasando y le digo que nos están atacando, que vamos a morir… todos se ríen, el niño se ríe, y ninguno cae en que lo estoy diciendo en serio… en cierto modo.

Hace mucho que no me invitan a una boda, así que mi hermana me pone al día: lo que se lleva ahora es que entre plato y plato los invitados vayan dando regalos a los novios y, tras el pastel, lo mismo pero a la inversa… lo cual vuelve el proceso de la cena un maldito suplicio… primer plato, música estridente y proyecciones láser y regalo de los tíos de los novios… sorbete de digestivo entre platos, música estridente y proyecciones láser y regalo de los padres de los novios… segundo plato, música estridente y proyecciones láser y regalo de los amigos de los novios… y todo el tiempo la luz ambiente variando al azul, al verde, al violeta, oscuridad y un foco remarcando el protagonismo de regalador y regalados… ni siquiera puedes ver de qué jodido color es lo que te estás intentando comer… y llega el pastel nupcial…. el hilo musical al doble de decibelios, la tarta montada sobre un barco y un pequeño (enésimo) error del que gracias a mi madre puedo hacer partícipes a los demás: ella me pregunta «¿Eso que suena es la banda sonora de Titanic?»; «No» respondo «se parece, pero se han equivocado y han puesto la de Parque Jurásico»… ja, ja, ja, ja… Tras el postre, ¿a que no lo adivináis?… música estridente (el himno del Betis, Mojinos Escozios, DJ Kun… con dos cojones) y más proyecciones y regalos de los novios a sus primos, a sus tíos abuelos, a sus amigos en edad de merecer, a los niños presentes… Una cosa, un detalle, si se me permite ser aún más pejiguero: si todo el mundo recibe regalos, los regalos dejan de tener ninguna puta relevancia… Importancia Cero… y, me cago en la puta, caigo en la cuenta de algo: cualquier significado que el rito del casamiento pudiese tener ha sido violado, desvirtuado, mediocrizado y puesto a secar… todo lo que los actos paralelos al casarse pudiesen tener de reunión tribal, con sus códigos y su semiótica, derrotado por la cuchipanda y la tontería… Mundo Karaoke, de nuevo; el concepto empieza a perseguirme, o a castigarme… lo que sea… el caso es que hace un par de días escribí sobre ello y nadie me ha hecho ni puto caso, pero aquí está el ejemplo, ante mis narices ya a estas alturas mosqueadísimas y hastiadas hasta el vomito… nada de puros y cigarrillos para fumar todos juntos en gesto de comunión y tregua, pero, ¡ey!, nos regalan las fotos de grupo con los contrayentes, impresas digitalmente ahí mismo y en la que salimos todos horrendos, por cierto.

El fin de fiesta es un baile en la sala de actos de la planta baja… y vaya si va a ser un fin de fiesta, porque el setenta y cinco por ciento de los presentes está borracho, pero yo no… mi hijo está agotado… el padre de E vuelve a la carga, a babearle un poco más a mi hermana y decirle que salga a la pista, que luzca ese palmito… ella se lo sacude de encima con particular diplomacia, pero aun así le digo que, si quiere que le estrangule, sólo tiene que darme la orden… Circunnavego la sala hasta la barra libre… puede que se hayan empleado a fondo en joder con sus «novedades» lo poco de digno que pudiese tener el acto de casarse, pero desde luego los ritmos con los que sacuden el esqueleto siguen siendo la misma bazofia estúpida de siempre: Celia Cruz, perreo, Shakira, una Lambada 2.0, Paquito el Chocolatero… Me meto entre pecho y espalda dos Ballantine´s cola en menos de veinte minutos… Larguémonos-De-Aquí-Joder… Mi novia está de acuerdo y cualquier otra opinión me la trae al pairo, ahora mismo.

Al salir de la sala hacia el ascensor y la calle, nos encontramos con un chaval al que no conozco pero que también forma parte del evento… me he fijado en él durante la ceremonia, le he visto aún más apartado que nosotros mientras esperábamos en el hall y hundido en su silla durante la cena… ahora está estirado en uno de los bancos junto a la puerta batiente de la improvisada discoteca, con unos grandes auriculares cubriéndole las orejas y el reproductor de mp3 descansando en la barriga… se le ve tan relajado en su postura de que les den por el culo a todos… no sé qué le parecerá a los demás, pero a mí me da por pensar en eso de la resistencia pasiva… la pose, la actitud… Agresión Pasiva, casi… mucho más valiente que mi contenido cabreo de amargado cascarrabias tocacojones… la única imagen en todo el día que podríamos considerar proporciona un mínimo de esperanza… Le hago una disimulada reverencia y sonrío.