Una cosita que se me ocurre…
Pongamos que llega el día en que definitivamente cambia el modelo de negocio cultural, sobretodo el discográfico, de modo que, por ejemplo, NADIE en absoluto puede ya nunca más vivir de la música. Sin discográficas, ni promotoras, ni mánagers, ni Sociedades Generales varias. Por supuesto, la música seguirá existiendo y seguirá habiendo gente con el deseo, la fantasía y, por qué no, la necesidad de expresarse mediante esa magia atávica de sonido y pulso, ruido puesto en órden. La diferencia estribará en que esas hipotéticas «estrellas» del Pop del futuro se verán obligadas a dedicarse a cualquier otra cosa, probablemente ajena, para poder subvencionarse el vicio. Artistas y compositores saltando de trabajo de mierda en trabajo de mierda y de ahí al paro; poblando oficinas, fábricas, peluquerías, servicios de mensajería, barras de bares y demás; teniendo que hacer horas extras en sus empleos miserables para poder mejorar el equipo; calculando cómo cuadrar las vacaciones con la próxima gira de presentación del disco que acaban de autopublicar en Internet; escribiendo partituras y letras en lavabos, en el metro, mientras esperan a la novia, aprovechando la pausa para el café; subordinando alegrías y arrebatos creativos a la burla desdeñosa de los compañeros de trabajo…
Panorama ante el cual me pregunto…
¿En esas condiciones no llegaríamos, por fin, al punto en que la gran mayoría de la música «popular» sería de verdad auténtica (ese concepto tan denostado hoy en día, a fuerza de mal uso), vibrante, real; parida y tocada por gente que literalmente vive POR (no DE, recuerden) ella, A TRAVÉS (porque cuando existe impulso artístico, el resto de vida no es vida) de ella, y se deja el culo para que ésta pueda llegar al público y transmitir lo que en realidad se pretende transmitir, no como esa pandilla de capullos mediocres y autocomplacientes que tenemos ahora, los mismos que se manifestaron ayer «en contra de la pirateria»?
Pregunto…
Y en otro momento, hablaremos de literatura.