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Archivos Mensuales: junio 2010

Recibo un e-mail dándome el toque de que alguien ha dejado un comentario en la última entrada de éste, mi blog. Leo el comentario. En él, alguien que se hace llamar Orfeo Es Punk me llama, desde el cariño, «puto demiurgo», y me emplaza a una entrada en su blog donde, más que reseñar, reivindica mi (nuestro, de Pablo y mío) Paranormala, el primer número de Tierra Hueca, una serie que, por putadas varias, es probable se quede sólo en eso, un primer número. Escribiendo cosas como la que sigue:

Porque TIERRA HUECA de Fco. Javier Pérez y Pablo E. Soto es uno de los mejores tebeos que pueden encontrarse, si los encuentras, en una librería, entre tanta chapuza de consumo y tebeofórmula de patatín, de patatán. Es lo que hubiera querido firmar Grant Morrison después de dar el braguetazo con The InvisiblesThe Filth. Es un tutiplén, un turbomix, un totum revolutum de lo Alto y lo Bajo que entra como un vaso de horchata pero que te pone las neuronas a currar como si te hubieras tragado el frasco de katovits. Es una dosis de caos inteligente bien calzado y mejor metido al que no le falta detalle: zombis, vaqueros, damiselas en apuros, robots chungos, garrulos de pedanía, el descenso de Ishtar a los infiernos de Ereshkigal, filosofía hermética, pulp, platillos volantes, indios, virus morfolingüísticos, mass media, arquetipos primigenios y mucho más. En 28 páginas de tebeo. Supera eso, Grant Morrison. En una grapa en blanco y negro. Superad eso, culturetas de la graphic novel.

Y me encanta. Y hoy mi ego sube cinco puntos. Y me importa una mierda si esto es poco más que autobombo rastrero. A veces, Internet se convierte en el antidepresivo definitivo.

Hablan en un blanco roto

videografiado

que no se parece a la estática,

pero tampoco hay

sentido de lectura,

así que las bases electrónicas

fallan y escoran

bucles, cimientos

de nieve, perifrasis de un arte

secuestrado en el museo

de un cuerpo.

Todo ese silencio, luego,

se lleva la incómoda llovizna.

La película pasa por entre

el hueco de un agujero

de gusano

que es el arco de la puerta

a la ciudad donde se inventó la rumba,

encuadrado del derecho

y del revés, solapado en posproducción.

Me da por acordarme de Gibson,

del Mundo Espejo y las gafas de sol.

De pronto, cruje vinilo

en los altavoces que flanquean

la pantalla:

el conejo está en el agujero.

El agujero está en tu vestido.

(:::)

(basado en el videoclip de Cisco Bellabestia del tema de Sara Herculano «datestamp»)

Nonada absurda, diestra, en el canto de una mano, contra la otra mano.

En compás y patrón de azules hielo y pañales. Intercambiando el rio de cuerdas sueltas, clavijas, destrezas zurdas por mecanismos de relojería.

Los campanarios de garganta tísica gorjean, o puede que ladren

ladren

ladren

al tiempo con la nueva ausencia.

Aun así todo es presto, pierde un eccema como de noche que deja sobre la almohada costras en escamaciones de sudor coital.

Una mano contra la otra mano, y entre ellas cabe un muslo,

curvatura de pasta de papel que no ha visto el sol desde que fuimos aquellos dos pájaros contando

-si es que aún contamos-,

con los dedos,

los avatares de la guerra a la ciencia de estar arruinados,

acomplejados y mal cartografiados

por los maestros a los que, copa en mano,

rendimos pleitesía cuando nos aburrimos.

(:::)

(graffiti de El Niño de las Pinturas)

Querido Javi: llevo un buen rato tratando de responder a tu misiva. Demasiado. En una de las réplicas que han acabado en la basura, hablaba de tu referencia a los espejos y de cómo ésta se sumaba en mi cabeza a los espejos y el humo proverbiales que simbolizan al ilusionismo, y trataba de explicar por qué creo que esto nuestro, ciertamente, es más prestidigitación que Club de la Comedia. En otra de las respuestas desechadas planteaba qué podríamos deducir de la existencia de tanta bazofia (nos sólo micro-)literaria, si es cierto eso de que lo que hacemos es, en el fondo, márketing (ergo: manipulamos símbolos para causar una reacción psicológica en el receptor de nuestro mensaje… claro que nosotros estábamos antes que los publicistas, esos hijos de puta que nos robaron las formas y el arte para vender mierda a precio de alma… claro que lo que nosotros ofertamos es NUESTRA visión del MUNDO, de todos los mundos, posibles o directamente esotéricos, para el que quiera valerse de ella…). Luego pretendía citar algo que leí el otro día, y que ahora mismo no recuerdo quién firmaba: el escritor, como el periodista antes de que el periodismo muriese para siempre, tiene la obligación de señalar con el dedo y gritar (no decir, ojo, sino gritar): «así es El Mundo y tú también estás en él». Pero yo qué sé… al final, cada una de las alambicadas e hiperingeniosas respuestas que se me ocurrían acababa llevándome a un callejón sin salida. Así que he optado por mandarte estos cuatro patrones con más o menos sentido, y que tú montes con ellos el tapiz que te dé la gana, si es que te da la gana montar nada con ello. Porque ya sabes que a mí esto de las escuelas y los debates que la trae al pairo. Y porque yo lo único que quería decirte es que tienes razón. Que me jode sobremanera que me cuenten chistes cuando lo que estoy buscando son ecuaciones. Atentamente, Xavi.

((Nota para El Que No Lo Pille: esta entrada es una penosa contestación a ESTO))

La inquieta primavera del 2010 atornilla espinas -raíces- al núcleo de silicio de la biomasa autóctona, como patitas del bicho fracaso garrapateando pasos lentos,

a velocidad de glacial,

y sólo los gitanos son capaces de levantar sus dedos y señalar al cielo.

Venidos de ahí (farfullan), en turba de ausencia de fe y, si no, que baje Dios también con ellos y lo vea. Si no (dicen: en los telediarios, entre las ruinas de la prensa escrita, en los boletines de las chabolas), que toda esa elegancia en la sangre de nuestras nanas se nos seque y esterilice. El problema es que (según me cuenta otra fuente) uno no se puede fiar de los gitanos.

Porque roban el sueño de los niños

cuando éstos son incapaces aún de formar marco referencial alguno,

y porque su fanatismo es tan triste que apenas puede medirse con una lágrima.

Lástima de gitanos y sus caballucos, pretendiendo desde siempre esquivar la invasión con genocidio. Su último relato, al final, será un poema autoconsciente que durará para siempre.

Entre guitarras y cajones y alienígenas -nitrato sal de la tierra, sal, canta Osana, en el cielo- y palmas y una belleza blanca, princesa de cuento, princesa gitana de allende la Singularidad, no hay barro suficiente con el que construir armaduras para todos.

(:::)

(foto de Marta Lamovsek)

La novísima revista OHIO publica hoy su número 1, en el que aparece uno de mis últimos relatos, Las Horas del Cortocircuito: un raro artefacto CiFi, a medias entre el ensayo y el artículo periodístico-futurista, sobre posthumanismo, arte y, sobre todo, disolución de la identidad.

Podéis leer la revista on-line, o descargarla, via Scribd o Issuu.

Ohio” es una revista independiente, online y gratuita de frecuencia bimestral y en español. Nace como una tentativa de reconocer el talento de jóvenes que quieran darse a conocer en el mundo de la literatura o de la imagen. La misión de la revista es el desarrollo cultural y el acercamiento de los nuevos talentos al publico, estamos fuera del circuito comercial.

Veréis…

Hace unos años (muchos, demasiados quizá…) gané un par o tres de concursos literarios. Justo entonces, justo cuando los meses de presentarse a convocatorias y de no llegar siquiera a finalista, justo cuando la frustración y cierto «aprendizaje» empezaron a dar fruto, dejé de participar. En este tiempo he urdido un montón de motivos más o menos filósoficos a esto, que van desde que no creo en los concursos, porque no creo que lo de la literatura sea una competición, hasta la más alocada y conspiranoica (y por eso más interesante) teoría de que absolutamente todos los concursos de este país, y de los demás también, qué coño, están amañados. A base de tropezar por ahí con variopintos personajes, y de meter el hocico en el mundillo, he acabado por tener un buen cartapacio de pruebas que sustentan firmemente éstas y hasta la chorrada más grande que jamás se me pueda ocurrir a este respecto, para explicar(me) por qué dejé de jugar al juego de los juntaletras, por qué no compro ningún libro que lleve escrito en la solapa que ha ganado tal o cual premio (aunque sí los robo; total, el único beneficiario que me importa ya ha cobrado, ¿no?),  por qué me da tanta rabia que el poco talento de que alguien pueda disponer se pague con cuatro duros y docenas de putadas y paladas de vergüenza, mucha propia pero casi toda ajena.

Y aun así todos estos motivos son mentira. Verdades a medias, apenas, en el mejor de los casos.

La Verdad, con V mayúscula, es que dejé de participar en concursos literarios porque cada vez que lo hacía sentía como si una parte de mi ya maltrecha alma se deshiciese y muriese.

Ya, ya sé que suena dramático. Exagerado. Mucho. Y que quizá estuvieseis esperando una gran consigna incontestable-zen-punk-visionaria. Pero eso es lo que hay y no sé cómo explicarlo mejor. Así lo sentía, tanto física como intelectualmente. Eso era lo que había y no tenía visos de paliarse o mejorar, y a mi alma cada vez le iba peor. Por eso me bajé del tren de los chanchullos.

¿Qué? ¿Que por qué me da por explicar esto ahora?

Veréis…

Hace unos días (pocos, creo, pero ¿quién puede estar seguro, en los tiempos que corren?) recibí una invitación para participar en el Primer Certamen de Poesía de Serie B, convocado por LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, la Semana Negra de Gijón y El Gaviero Ediciones. No voy a extenderme aquí con en qué consiste el asunto, porque para eso os he dejado un enlace a las bases del premio, pero sí que voy a reconocer que el tema me interesó. Me interesó, sobre todo, porque se supone que es uno de mis temas y, sobre otras cosas, porque varios colegas muy, muy apreciados han declarado que van a participar. Me interesó tanto, de hecho, que me mandé un poco a mí mismo a la mierda y me planteé seriamente ponerme a ello. Craso error.

El primero en llegar, nada más tomar la decisión, fue el señor Te Imaginas:

«¿Te imaginas que ganas y te cae un viaje gratis a Gijón, a recoger el premio, y 1.200 euretes, que sólo Dios sabe cuántisima falta te hacen?»

«¿Te imaginas cuánto currículum podría sumarte el ganar una cosa así?»

Al poco, le siguió el no menos ominoso señor Lameculos:

«¿Qué querrá leer el jurado?»

«¿Qué puedo escribir, que sea absolutamente incontestable y, claro, GANE?»

«¿Cómo puedo solucionar las dos preguntas anteriores siendo fiel a los mimbres característicos del laureado autor de Antifuente (como si eso significase algo…)?»

Por último, ahí estaba esta mañana, muy digno él con su torcida sonrisa de bastardo, esperándome al lado del escritorio, el señor Bloqueo.

Hijo de puta.

Por primera vez en dos o tres años (ahora que lo pienso, desde la última vez que respondí a una convocatoria… aunque ésta era más bien un encargo y para algo tan guapo como el cuarto número de Paura…), esta mañana, después de agachar la cabeza para que el señor Bloqueo se dedicase sin trabas a sus capirotazos rituales, he pasado dos horas mirando fijamente a la pantalla en blanco. Incapaz de escribir una maldita palabra. O lo que es peor: escribiendo media docena de ellas para luego borrarlas y volver a empezar.

Y otra vez esa sensación. La de algo agarrotándose dentro, más adentro que las tripas o el corazón. La de estar perdiendo un pedazo de algo que últimamente andabas bastante convencido de que ya no tenías. La sensación de ser un inútil y no tener ni pajolera idea de nada, por muy creído que te lo tengas. La sensación de haber perdido antes siquiera de haber visto el tablero de juego.

Todo por un concursillo de mierda.

Joder.

No puedo ser el único en todo el mundo (en todo el mundillo) que piense así. No soy tan original y la ciencia estadística seguro que está de mi parte. No tengo porque plegarme a estas jodiendas.

Así que me he puesto a escribir esto, e inmediatamente me he sentido mejor. Se supone que para cosas así sirve un blog, y maldita sea si no acaba de servirme a mí de mucho.